Escrito por: Julio Eduardo Cruz Merino

Si hablamos de series icónicas que hicieron su debut para la eternidad hace poco más de tres décadas, no podemos pasar por alto a los Thundercats, conocidos también en latinoamérica como los Felinos Cósmicos -aunque ésto último es solo una añadidura de la traducción de aquella época- que un subtitulo del nombre original. Para quienes pasamos la base tres, para quienes se aproximan a ella y para quienes son mucho más jóvenes, pero han tenido la dicha de ver aquel dibujo animado ochentero –y no su horrenda, fracasada y cancelada versión del año 2011-, éste se torna indeleble en los laberintos de nuestra memoria y ha dejado, para siempre, un rastro de migas que, de vez en cuando, vamos recogiendo cuando transitamos los senderos claroscuros de nuestras nostalgias.

Thundercats

Los Thundercats están tan arraigados en la cultura popular que incluso hoy, pequeños niños que o no han visto la serie original o apenas saben de ella, usan algunas de sus frases icónicas, como la de Mumm-Ra, el hechicero egipcio condenado a ser un muerto viviente con su “antiguos espíritus del mal, transformen este cuerpo decadente…” o la de Leon-O, señor de los Thundercats, cuando invocaba los dormidos poderes del Ojo de Thundera -que es la gema roja engarzada en la Espada del Augurio: no confundir y diferenciar, por favor- cuando convocaba a sus compañeros y finalizaba su frase con un “Hoooooo” que aún hoy retumba en los oídos de, al menos, un par de generaciones. Si estas palabras han quedado para la posteridad, algo bueno hicieron los creadores, guionistas y productores de esta serie, clásica y de culto.

Tengo la suerte de tener la colección completa de ciento treinta episodios –en los cuales están incluidos las películas para televisión que se hicieron, fraccionadas a modo de capítulos para mejor disfrute del nostálgico espectador-, y siempre estarán grabadas en mi mente pasajes memorables de la serie: el sacrificio de Jaga en “Éxodo”, el primer capítulo de este dibujo animado que marcó época, cuando decide él mismo pilotear la astronave real de los Thundercats hasta un lugar que no era su destino original, pero al cual tuvieron que enrumbar porque no les quedaba otra, luego de un fallido ataque mutante en pos de robar la Espada del Augurio: el tercer planeta, y su luna, ambos pertenecientes a un sistema solar con un pequeño y débil sol amarillo, planeta donde tenían un 96% de posibilidades de poder respirar. Jaga obliga a los Thundercats, Snarf incluido, a entrar en cápsulas de suspensión para que la prolongada travesía no los afecte, y muchos años después, ya demasiado anciano y débil, activa por fin el robot piloto y muere (1) cuando la nave que partió de la destruida Thundera atravesaba el planeta Júpiter, para estrellarse luego en lo que es, en apariencia, un planeta post apocalíptico, un mundo arrasada en su totalidad por Mumm-Ra.

Thundercats
Thundercats

Salen también del desván de mis recuerdos las pruebas que tuvo que pasar Leon-O contra sus propios compañeros Thundercats, con el fin de ser investido formalmente como Señor de éstos; el capítulo donde Tigro se tornó un anciano a punto de fallecer y fue salvado por unas aguas mágicas y misteriosas; el del genio Ra, un antiguo hechicero egipcio que fue derrotado por Mumm-Ra y que puede escapar de la dimensión a la que ha sido confinado cada siete mil años, y que entabla una cierta conexión con Cheetara; el castigo que le infligieron los Antiguos Espíritus del Mal a Mumm-Ra por no poder derrotar a Leon-O antes de la puesta del sol, a pesar de que éstos le habían otorgado todas sus fuerzas, poderes y magia negra; los sueños sobre la destrucción de Thundera y la frustración de Leon-O al recordar que no pudo rescatar a tres thunderianos, quienes al final lograron escapar del planeta natal de los felinos cósmicos gracias a la ayuda de los Berbils, llegaron al tercer planeta pero quedaron varados en una remota isla, y que luego de ayudar a los Thundercats a derrotar a los enemigos de siempre y a algunos nuevos, incorporados para la ocasión, y ser rescatados se convierten en nuevos Thundercats: Lynx-O, Pumara y Bengalí; el capítulo cuando se enteran que Thundera se está reconstruyendo (2), lamentablemente bajo la influencia de las lunas de Plunn-Darr, hogar de los Mutantes, y de donde provienen los Lunatacs, ambos grupos también principales antagonistas de la serie. Denominan al lugar Nueva Thundera y batallan arduamente hasta recuperar lo que alguna vez fue su hogar y regresarlo a la normalidad en el capítulo final de la serie: “El Libro de los Augurios”.

Mención aparte merece un error común, culpa del doblaje latino de los años ochenta, que muchos fans toman por cierto: en un ataque plunndariano a Thundera, Jaga, muy joven y con el cargo de Señor de los Thundercats en funciones -debido a que Claudus, el legítimo Señor de Thundera y padre de Leon-O se encontraba herido, lo que luego lo dejaría definitivamente ciego y alejado del cargo para siempre- pelea no contra Rataro, un malvado señor de la guerra de Plunn-Darr, sino contra Ratilla, su antepasado, al parecer. Pero es a causa de la victoria de Jaga sobre Ratilla, y la decisión del thundercat de arrojar la espada de Plun-Darr, maligna de doble hoja, al cañón de lava fundida más profundo de su planeta natal, lo que causaría la destrucción de su mundo muchos años después.

Thundercats

Ceso ahora el recuento de hechos claves, ya que el artículo sería extenso y se volvería un análisis de la serie, no una sumatoria de nostalgias y recuerdos, que es lo que pretende ser. Solo para ir finalizando, quiero compartir con ustedes un recuerdo personal, de cuando apenas yo era un niño de no más de siete años: camino por el centro de Trujillo y entro con mi abuelita Gladis a una juguetería-bazar-librería, que quedaba en la esquina de las calles Grau y Gamarra -cuya sucursal estaba en la calle Bolívar, frente a donde ahora queda una empresa de telefonía-, y cuyo nombre recuerdo perfectamente, pero que no pondré en estas líneas debido a que no desearía que alguien haga escarnio de ese nombre, que hoy sería objeto hasta de memes, pero que en aquellos inocentes años pasaba desapercibido, y recuerdo como si hubiera sido ayer, y no hace poco más de treinta años, a mi abuelita engriéndome y comprándome, original, en caja y con todos sus accesorios, la tumba de Mumm-Ra, sarcófago incluido, y un blister de figuras donde venía el hechicero egipcio en dos versiones: vendado y con su mortaja roja, y otra, transformado y en pleno auge de su poder y maldad. Ya no tengo esos objetos físicamente, solo han quedado en mi memoria, porque uno de niño no sabe apreciar lo suficiente lo que tiene -pero me he prometido a mi mismo conseguir dichas figuras de colección por Internet- por todo su significado: una época feliz, a pesar del desastroso gobierno de la época, donde el dinero se devaluaba día a día, donde no podías conseguir leche, pan o azúcar pero sí juguetes, originales o licenciados y buenos con B de Basa, donde el terror y la muerte jugaban en pared con los tétricos apagones, pero todavía quedaba bondad en el mundo, bondad suficiente como para que un niño pequeño fuera premiado por su abuelita con un regalo por sus buenas notas, y que aquellos gestos hayan servido para que, muchos años después, las máximas que regían a los Thundercats y a los thunderianos en general sirvan como una personal escala de valores a respetar y cumplir a diario, más si el destino, al menos en mi caso particular, me hizo estudiar leyes: justicia, verdad, honor y lealtad.

Thundercats, ¡Ho!

(1) El cuerpo de Jaga se desvanece y no quedan más que sus vestimentas, como le sucedió al maestro Yoda en Star Wars – Episodio VI: “El Retorno de Jedi”, lo que disparó mi imaginación, por lo que escribí una larga y extensa teoría sobre una probable conexión entre los Thundercats y Star Wars, la cual resumiré en alguna otra ocasión.

(2) Debido a la magia negra de Mumm-Ra en su afán por conseguir el Tesoro de Thundera, un cofre donde se encontraba el Libro de los Augurios, del cual podría obtener la información necesaria para derrotar para siempre a los Thundercats.

Autor:

pp
Julio Eduardo Cruz Merino

Me encanta leer y escribir. Amo los perros, el rock de los 80’s, Calamaro y los Rolling Stones. Abogado.