The Clone Wars por: Julio Eduardo Cruz Merino
No necesitábamos ser adivinos para intuir, predecir o adivinar –llámalo como quieras, pero profeta en esta tierra y en ese tema no fuimos- el final que iba a tener la serie The Clone Wars, ahora en la plataforma de streaming del ratón, pero hay algo que, aunque lo sospechábamos, lo veíamos venir: últimos encuentros, redenciones y, sobre todo, lo que marco la pauta de los últimos cuatro o cinco episodios de la serie, que unidos pueden ser hasta una película más del universo de Star Wars: el tono melancólico, sombrío y de desesperanza que la serie nos da conforme llega a su clímax, a su final ya conocido, pero al que esperábamos con los dientes apretados.
The Clone Wars, la serie, y la película donde todo se inició –aquella donde a Anakin Skywalker le asignan una padawan llamada Ahsoka Tano y tienen que ir en rescate del hijo de Jabba the Hutt- fueron el complemento perfecto para los dos grandes agujeros de guión que se generaron desde hace más de cuatro décadas: 1. cuando Obi-Wan Kenobi y Luke Skywalker conversan sobre el padre de éste y el muchacho de Tatooine se entera que su progenitor había sido un gran piloto en Las Guerras de los Clones y; 2. cuando no supimos qué más pasó en el tiempo transcurrido entre el Episodio II: El Ataque de los Clones y Episodio III: La Venganza de los Sith, ni como se habían combatido esas famosas Guerras Clon que muchos ciudadanos del Imperio estaban empezando a olvidar.
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Haber soportado la angustia emocional, la abstinencia muy, muy cercana, para ver el final de esta obra maestra fue algo que solamente los verdaderos fans de Star Wars hemos podido soportar a través de los años: no sabíamos a ciencia cierta qué sería de Ahsoka Tano, como Rex lograría sobrevivir tantos años –ya que lo vimos en Star Wars Rebels- o como de los escombros de una República que había sucumbido ante la ambición de un Señor Oscuro de los Sith se alzaría lo que luego conoceríamos como la Alianza Rebelde y luego como La Resistencia. Haber esperado tantos años para ver el desenlace de emocionantes arcos argumentales ha valido la espera de cada maldito segundo, ya que se nos ha entregado a los fans -a esos que tenemos nuestras espadas láser y nuestras capas Jedi para los eventos frikis- la más espectacular y épica conclusión. Con el paso de algunos años, ya no podremos imaginar a Star Wars, y en especial a ésta serie, como nos la mostraron: es como que en algunos intenten vendernos el cuento de que Luke y Leia son los hijos de Obi-Wan Kenobi y la Duquesa Satine de Mandalore.
Vaya que fue emocionante ver el final de The Clone Wars. Majestuoso y sombrío, tal cual el clima en el Episodio III: La Venganza de los Sith, con el cual estaba entrelazado. He de confesar que me emocionó ver el encuentro final entre Anakin y su antigua padawan, antes de que el Jedi cayera en el lado oscuro, sin olvidar el detallazo que tuvo con ella: entregarle sus sables de luz, ahora azules como el que él usaba. Triste fue ver como los clones, a quienes Ahsoka consideraba sus queridos amigos, fueron lobotomizados en la distancia con una orden –la infame Orden 66- dada por el recién auto proclamado Emperador Palpatine. Emocionante en extremo fue ver como Ahsoka luchó con todas sus fuerzas para ayudar a su amigo Rex, con la ayuda de los droides astromecánicos, a diagnosticar que lo que había puesto a los clones en contra de ella y de los Jedi a lo largo de la galaxia fue un chip inhibidor biológico que llevaban en su ADN desde que fueron creados por los clonadores en el planeta Kamino. Impactante y chocante fue ver como Rex lucho contra su propia y alterada naturaleza para evitar matar a Ahsoka, por quien sentía un gran respeto y admiración. Épico fue ver el poder en el lado oscuro de Darth Maul, que con su matanza desenfrenada ayudó a que Rex y Ahsoka se salven, y comprobar que, al menos en el spin-off Solo:una historia de Star Wars se le hizo un pésimo y flaquísimo favor al retratarlo como un gángster de poca monta, y no como el terrible ser que era.
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Pero, sin lugar a duda, el momento culminante de la gran serie The Clone Wars fue cuando Darth Vader arribó, en misión de reconocimiento, al sitio donde había caído la nave en la que se habían salvado Ahsoka y Rex. Un Darth Vader silencioso, encarcelado en la negra celda de su mente, se encuentra con uno de los dos láseres que le había obsequiado a Ahsoka y entiende todo, retirándose del lugar, mientras se observa, al parecer, su resignado y triste andar de vuelta a su nave, reflejado en el visor del casco de un clonetrooper que estaba pintado con los colores del rostro de la togruta, lo que marca un punto de quiebre en el Anakin escondido bajo el traje de soporte vital: seguro su balance final fue haber obtenido tan poco, así se tratase de una galaxia entera, en comparación de lo que había perdido. Y en el final para los fanáticos de Star Wars, nos queda el agridulce sabor de por qué no fueron los capos que hicieron esta serie -además de Star Wars Rebels, Rogue One y The Mandalorian- los que hicieron la trilogía final de películas, que ni siquiera le hace sombra a alguna de estas series, en especial a The Clone Wars, serie ya canónica e indispensable en el universo que George Lucas nos legó para la posteridad.