Once upon a time in Hollywood es la obra más personal del director Quentin Tarantino dentro de toda su filmografía. Además de una carta de amor al cine.
Siempre que me han preguntado mi opinión sobre alguna película, serie, anime, hecho coyuntural o algo similar, he respondido con total honestidad: no soy -ni pretendo ser- un experto en la materia, pero sí puedo presumir, humildemente, de dos cosas: 1. no ser -o pretender ser- un odioso y pretencioso inconforme eterno, al que ni las más preciosas joyas del cine o la televisión le arrancan algo positivo en sus opiniones, habladas o escritas, teniendo siempre como respuesta un simplón ‘meh’, acompañado de un despectivo movimiento de la mano, y ninguneando siempre al que opina distinto, y; 2. conocer lo suficiente, y más allá, sobre cine, series, anime, literatura, música, cultura general, cultura popular -y sobre otros temas que van relacionados- para que mis opiniones, personales o escritas, no sean siempre ensayos de negativismo en estado puro o esnobismo forzado y que, a oídos de mi audiencia u ojos de mi lectores, parezcan un long play -con la tornamesa con la aguja dañada- que repita y repita siempre un envidioso ‘yo lo pude hacer mejor’.
Dicho lo anterior, y porque no me nace decir nada más sobre el tema, me centro en el tema por el que mi buen amigo Gerardo Chávarry, del canal de YouTube ‘Cinestrenos’, me preguntó, y que es lo que motiva este artículo: ¿qué te pareció la novena película de Quentin Tarantino? Mi respuesta inmediata, habiendo visto ya en el cine la película, fue un rotundo ‘una genialidad’, hecho que empezó a confirmarse con el pasar de las horas y de los días por voces más autorizadas que la mía, sin que con ello esté menospreciando mi propia capacidad de análisis. Salvo algunas voces, que son islotes rencorosos dentro de un gran y amplio archipiélago, a casi todos esta película les ha parecido un gran psicoanálisis hecho por el cineasta Tarantino a sí mismo, donde, de seguro, ha encontrado muchas respuestas en los recodos y entre las sombras del enorme y genial laberinto que es su mente.
La película es un costoso capricho del director de ‘Inglorious Basterds’ -no, no está mal escrito- que ha retratado el fin de un idílica etapa donde el ‘paz y amor’ de los hippies, los movimientos por los derechos civiles de las minorías raciales y de la mujer -siempre en un segundo plano- lograron ganar grandes batallas contra el sistema que los mantenía eternamente marginados, encontrándose, al final de sus luchas, con una pared contra la que no pudieron evitar estrellarse: la realidad, encarnada, en este caso, por los dementes asesinos de la familia Manson. Es esta realidad, cruda y dura, la que es cambiada y hasta ridiculizada por Quentin Tarantino, con el fin de encontrar respuestas a las preguntas que, por décadas, lo deben haber atormentado, ya que él mismo creció y vivió en esa época, relativamente cerca a los lugares en los que se desarrolla la película, hechos que debieron marcarlo, tal vez sin ser consciente aún de ello, para siempre. Primera redención de dos.
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Leonardo DiCaprio se luce magistralmente en el papel de un casi olvidado actor, que no ha sido capaz de hacer exitosamente la transición de sus horas mejores en la televisión hacia la gran industria que era, es y -tal vez- seguirá siendo el cine. Acompañado de Brad Pitt, también sumergido en un papel brillante y como complemento perfecto de DiCaprio -con inevitables reminiscencias al cínico papel de Aldo ‘El Apache’ Raine en la película que le dio el final que (casi) todos hubiésemos deseado para Hitler y el alto mando nazi-, la película nos lleva de la mano por hechos tan absurdamente geniales como la pelea de Pitt contra Bruce Lee, donde el famoso, legendario y eterno artemarcialista es derrotado como un colegial a la hora del recreo, o la tan conmovedoramente humana, realista y desesperante escena de DiCaprio en su camerino, en la que sufre y llora porque no puede volver a ser el actor que siempre fue, y cómo la conversación con la niña actriz lo inspiró a dar una actuación para el eterno recuerdo dentro del imaginario western -una de vaqueros- que se estaba filmando dentro de esta obra de arte contemporánea del séptimo arte.
Mención aparte merecen Al Pacino -uno de mis actores favoritos- y Margot Robbie, ya que en las pocas intervenciones que tuvieron, se notó lo brillantes que son, en especial Pacino, que con su experiencia no necesitaba demostrarle nada a nadie, y con una Robbie que está demostrando que es una actriz muy buena y para tomar en serio, como lo fue, en algún momento, la actriz a la que interpretó: Sharon Tate, hasta que la tragedia tocó su hombro. Mención honrosa merece, dentro de la mención aparte, el primer plano de los pies de Robbie y los de la actriz que interpretó a la joven integrante de la secta de Charles Manson: una película de Tarantino sin este tipo de imágenes no es una película de él, conocida su debilidad por este fetiche en especial. Once upon a time in Hollywood no es la excepción.
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Tarantino cambia la historia de Once upon a time in Hollywood y logra así la segunda redención de dos en esta película: la del director de cine Roman Polański -si, así se escribe en polaco- que, estoy casi seguro, a su avanzada edad, ha logrado exorcizar, si no es en todo al menos en parte, los demonios que lo han atormentado por años, por lo que fue la trágica muerte de su esposa Sharon Tate, estando embarazada, a manos de algunos de los dementes que integraban la secta de Charles Manson. No escribiré sobre el final de la película, por si aún no la ves, pero si quieres entender el contexto, te recomiendo hacer tres cosas: 1. ver ‘El bebé de Rosemary’, justamente una película dirigida por Polański; 2. ver algún documental serio sobre los crímenes de la familia Manson; y, 3. ver algún especial sobre los cambios culturales, sociales, políticos, económicos y de otra índole ocurridos en la década de los 60’s. Por esto último es que jamás dejaré de recomendar la serie ‘Mad Men’ -original de AMC, disponible ahora en Netflix-, pero ya que la serie es larga -pero excelente- es que también te recomiendo que veas -con atención a las ironías e inexactitudes históricas puestas a propósito- la película ‘Forrest Gump’, para que entiendas de manera simplificada el contexto de esta nueva obra de arte que ha dado para la eternidad el genial director de cine Quentin Tarantino. Cien por ciento recomendable. No te dejes guiar por los negativos de siempre, a los que nada les parece bien. Mírala, sabiendo o no el contexto: las obras de arte, como esta película, finalmente, se dejan entender solas. Si ya no la encuentras en cartelera, ingéniatelas. Ya sabes a lo que me refiero. Y siempre en idioma original. Siempre.
Autor:
Me encanta leer y escribir. Amo los perros, el rock de los 80’s, Calamaro y los Rolling Stones. Abogado.