Mad Men -lo digo sin dudarlo- es una de esas series de televisión que tienes que ver al menos una vez en la vida, no porque haya sido un éxito entre los críticos, conocedores y especialistas en su momento -ganó merecida e indiscutidamente seis premios Emmys consecutivos al mejor drama-, o porque los años la estén madurando como a los buenos vinos. No. Nada de eso. La serie de AMC -disponible hoy en Netflix, y que se llevaba todas las palmas y las mejores críticas antes del estreno de Juego de Tronos, y cuando ambas estuvieron al aire en simultáneo, seguían llevándoselas casi por igual- es una ficción tan real que, cuando la ves, piensas que de alguna misteriosa manera llegaste a la ciudad de New York en los años 60’s, y que en cualquier momento podría hacerse realidad el sueño americano, como le ocurrió al personaje principal, Don Draper.
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Esta serie -que en su momento no fue de las más vistas, como The Walking Dead  también de AMC-, pero que supo calar hondo entre el público preciso, nos narró magistralmente, a través de sus historias entrecruzadas, paralelas y de su banda sonora impecable -sin dejar de tener en cuenta que la década en la que está ambientada es la del boom del rock and roll, y del nacimiento de míticas bandas como The Beatles y The Rolling Stones-, el día a día de un grupo de personas que trabajan en una agencia publicitaria. Machistas, misóginos, homofóbicos y racistas -eran otros tiempos, al menos entendamos eso, aunque aun queden personas así en pleno siglo XXI, cada vez menos, felizmente- estos personajes luchan por sobrevivir y destacar en una sociedad -americana y global-, que va cambiando vertiginosamente para bien, y en la que ellos tienen que adaptarse o caer en el olvido.
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Don Draper -en la cúspide de su creatividad, inspiración y de su don natural para la publicidad-, va apagándose poco a poco a lo largo de la serie, conforme la sociedad va mutando, a la par que las dos protagonistas femeninas principales -Peggy Olsen y Joan Holloway- van cobrando protagonismo, debido al movimiento de liberación femenina de la época y a sus incuestionables talentos, cada una en su ámbito, lo que llega a ser un hecho al final de la serie -que es coincidente con esa década de locos, magistralmente ambientada, tanto en escenarios como en vestuario-, una verdadera obra de arte que merece ser apreciada en toda su amplitud y contexto. A pesar de ser guiado por dos hombres viejos y sabios -Roger Sterling y Bert Cooper-, el protagonista se va hundiendo inexorablemente en su propia miseria, hasta que, en el capítulo que cierra la historia, se nos da a entender que Don Draper logró salir del hoyo personal y profesional en el que se encontraba, y que le legó a la historia una de las joyas más aclamadas de la publicidad de todos los tiempos: la campaña donde la Coca-Cola quiso darle al mundo todo lo que éste estuviera dispuesto a recibirle, objetivo que logró con creces.
Me faltaría tiempo y espacio para detallar esta serie, y se me haría corto el vocabulario para elogiarla lo suficiente, por eso va de nuevo mi recomendación inicial: esta es una de esas series que merecen ser vistas al menos una vez en la vida. No soy muy adepto al spoiler, pero hablaré genéricamente de uno de los mejores capítulos -a mi modesto parecer- de la serie: el de la llegada del hombre a la luna, junto a la muerte de uno de los personajes. El título del capítulo no tiene absolutamente nada que ver con lo que acontece en el, o al menos eso te parecerá hasta casi el final del mismo. Así de magistral es Mad Men, esa espectacular serie de tv que me hace tener una legítima y sana envidia de quienes vivieron a plenitud aquella psicodélica década.

Autor:

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Julio Cruz Merino

Me encanta leer y escribir. Amo los perros, el rock de los 80’s, Calamaro y los Rolling Stones. Abogado.