Apokolips War por: Julio Eduardo Cruz Merino.

Cuando uno, hace ya algunos años, veía Justice League: The Flashpoint Paradox, se encontraba con una cinta animada muy buena, de calidad de animación indiscutible, y con una extraordinaria guionización de la famosa historia alterna en la que Barry Allen salva a su madre, pero termina desgraciando al mundo, y donde Martha Wayne se convierte en el Joker y Thomas Wayne viste la capa del caballero oscuro de Ciudad Gótica. En ese momento, casi nadie podría saber a ciencia cierta que a esta película animada le sucederían otras muy buenas, algunas no tanto, pero que todas, al final, desembocarían en una épica conclusión: la película de la cual escribo hoy no es una más, ni únicamente la cereza en un inmenso postre de máscaras y capas. Es algo más. Mucho más.

Así, Justice League Dark: Apokolips War, nos trae el desenlace al largo nudo argumental que se habían dado en el Universo Animado de DC –DCAU, por sus siglas en inglés-, desde Batman: Hush, pasando por Justice League: Throne of Atlantis hasta Wonder Woman: Bloodlines. Todas estas películas iban entretejiéndose de tal manera –y sin hacer comparaciones odiosas y que no vienen al caso- que un desenlace enfrentando al supervillano Darkseid era inevitable. Lo que pocos esperaban, entre los que me incluyo, es que en los primeros minutos de la película –alerta de spoiler- nuestros superhéroes fueran a caer tan rápida y estrepitosamente, Batman fuera convertido en una marioneta –aparentemente- y el villano supremo se saliera con la suya como si nada, como si hubiera luchado contra una bandada de gaviotas famélicas y no contra los seres más fuertes de, al menos, ese universo.
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No faltaron muertes, ni actos heroicos, pero lo que nos deja esta película, más allá de su desenlace –el cual es muy bueno y está vinculado a la película que lo inició todo- es la aparente división –una más, o la misma, pero aun más profunda- entre los fanáticos de DC y de Marvel. Acusaciones mutuas de plagio, de falta de originalidad, inclusive de robo de la propiedad intelectual (?) han llovido sobre esta película, pero con argumentos para nada sólidos y con solitarias opiniones que dejan mucho que desear: quienes invocan alarmistamente los siete pecados capitales de parte de DC son los resentidos de siempre, que teclean desde la comodidad de su Iphone o de su MacBook, haciendo llover hate sobre algo que ellos saben –pero que jamás reconocerán- como superior, ya que en el tema de animación, DC hace mucho tiempo le gano la partida a Marvel. Por otra parte, entre los supuestos analistas y críticos imparciales –aquellos que recientemente se jactan de haber llegado al millón de seguidores en Facebook, pero que no pueden con su corazón marvelita, que se nota a través de sus polos friki- hay una casi solitaria voz a la que no le ha gustado la película. Lo hizo por llamar la atención, por ser la nota discordante en la fabulosa melodía final del DCAU, pero, lamentablemente para él, el tiro le salió por la culata: su video de análisis en Youtube tiene más dislikes que likes y en los miles de comentarios lo han destruido sin piedad, lo que lo ha llevado a hacerse el desentendido y hacer como si no hubiera hecho nunca ese video. Con su evidente falta de parcialidad, este canal suma su enésima metida de pata y ya no está entre los cabales tops que informan sobre cómics.Pero volvamos a la película: no faltaron muertes impactantes, como la de Aquamán, ni transformaciones en abominables criaturas cyborg, como le pasó a Diana de Themyscira, y no estuvieron ajenos los actos heroicos –como el de Damian Wayne para salvar a su padre, o el de Víctor Stone para poner a buen recaudo, a última hora, a lo que quedaba de la Justice League-. Es una película sombría, gris, desalentadora, con algunos malos chistes como el de Constantine y King Shark, aparte de la siempre irritante voz de Harley Quinn –si fuese Margot Robbie en persona, omitiría este comentario- pero, más allá de estas minucias, Justice League Dark: Apokolips War es una película admirable, que cierra un ciclo magistralmente, que nos trae lo mejor y lo peor de la naturaleza de los superhéroes, digna de ser vista y coleccionada, no menospreciada por los amargados que quieren figuretear, como el mexicano aquel que se hace llamar señor con una de las letras finales del alfabeto. Seamos menos como él y más como Supermán, que en esta película, a pesar de llevar la muerte en las venas y de lo precipitado de su plan inicial, nunca perdió la esperanza de que saldría airoso de tan dura prueba, y que viviría para ver, otra vez, una nueva paradoja que reiniciaría su universo.